jueves, 1 de marzo de 2012

la noche a ojo

cae no se sabe de dónde
el seboso ser ultramarino
que todo pringa de ceguera.
en la linde de su capa 
(telón quizá del cielo) palpo broza
donde debiera quedar el día.
la sirena descubre sus bocas 
con párpado para el fuego intermitente
en un reino siempre de espigones.
los que sufren su intestino vivo
se calzan zapatos de cartón para el abismo
y se acercan al grifo por el que se cuela el aire.
vamos todos a quedarnos también sordos
dentro del mismo cráneo tupido
si queremos conciliar auxilios.
éste que de mi cuerpo se viste,
aquel que suplanta el gesto,
todos a la vez salvados.
pero las palmeras escupen ceniza
y a los retratos lo irreal les crece
y casi sin horizonte: la llama y la pupila.

cae dejando un rastro de aceite en el agua
la noche de ojo de faro medio humano,
de cola de animal de lo profundo.
le precede el rumor del mar cuajado
contra las barcas y los remos
de los que quieren burlar la orilla.
y aunque conocen el sutil anuncio
la embocadura les muda la ruta,
aun cuando no miran atrás, finalmente idos.


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