lunes, 26 de mayo de 2008

trashumancias






El señor L se habitaba desconocido, huraño a si mismo, por lo que cada mañana, cuando trazaba el camino a su casa, pensaba en la impertinencia que era despertarse a si mismo por la necesidad de vestirse con sus memorias, con sus carnes. Por lo que cada mañana, con el camino trazado,arreglaba su cocina, y del desayuno servido se servía al haber despertado al señor L, quien necesariamente cada mañana, después del camino trazado, se servía del desayuno de L, un tal que nunca desayunaba ni se despertaba ni trazaba caminos y menos aún se llamaba señor L. Siempre el desayuno y el señor L compartían la mesa de la cocina donde L desayunaba y nunca vomitó. Tras este pensamiento L se peinó las cejas y destrazó el camino trazado para dirigirse a su casa, donde no había ni cocina ni mesa con desayunos, pero donde necesariamente encontraría a L a punto siempre de trazar el camino para alargarse un poco hasta su casa, para despertarlo y desayunar. Siempre se cruzaba a medio camino e intercambiaban un lustroso saludo inconsciente que siempre era ignorado por L, por impertinencia, por el favor de concederse la importancia de ser quien era. Pero L no sabía nada... Como cada mañana L seguía durmiendo con un desayuno dentro que nunca vomitó. Y el saludo sería ignorado una y otra vez, sin eficacia. Pero muy pronto nunca lo descubrió.
 
texto: alfonso barrachina
ilustración: po poy
(allá por el 2004)

No hay comentarios: